
Anne Downes
Opening the Book
Opening the Book es la agencia de animación a la lectura basada en el lector más
importante del Reino Unido. Desde ella creamos recursos para los lectores adultos y
proporcionamos formación y asesoramiento para todo tipo de profesionales que
trabajan con lectores: bibliotecarios, libreros, editores, organizaciones culturales y
departamentos de la administración pública. Llevamos doce años trabajando en este
terreno y, durante ese tiempo, la animación a la lectura se ha convertido en un
elemento clave para el trabajo de las bibliotecas públicas británicas.
Hemos trabajado con muchos clubes de lectura diferentes en bibliotecas,
librerías, centros de trabajo y cárceles, así como con grupos de lectores
independientes que se reunían en las casas de sus miembros.
En primer lugar, quisiera explicar a qué me refiero con las palabras “animación
a la lectura basada en el lector”. Toda nuestra labor parte del lector y su experiencia
lectora, más que del autor o la materia de la que tratan los libros. La animación a la
lectura que llevamos a cabo en las bibliotecas públicas procura ampliar las ofertas que
se presentan ante los lectores, incrementar su confianza y su disfrute de los libros que
leen y hacer que entren en contacto unos con otros.
Este concepto de la animación a la lectura se basa en la idea de que leer es
una actividad central en la vida de mucha gente, ya que la lectura permite algo que
ningún otro arte es capaz de ofrecer: la oportunidad de experimentar las vidas de otras
personas. Los seres humanos sólo vivimos una vez; pero, como lectores, podemos
meternos en la piel de otras personas y vivir así tantas vidas como se nos antoje. El
único problema de esto es que leer es un acto invisible, ya que tiene lugar dentro de
nuestras cabezas. Todos los lectores aportan la totalidad de su experiencia,
inteligencia y confianza a cada uno de los libros con los que se encuentran. Leer es un
acto enormemente creativo, y cada experiencia lectora es diferente. Los autores y los
lectores trabajan en colaboración, unos escribiendo creativamente y los otros leyendo
creativamente.
Cuando los niños leen en la escuela, en su casa o en la biblioteca, a menudo lo
hacen tutelados por otras personas que les hacen ir avanzando por los diferentes
niveles de lectura hasta que dominan la técnica lectora. Estos profesionales también
suelen dedicar cierta atención a fomentar el gusto por los libros. A lo largo de este
proceso, los chavales más afortunados encuentran el libro adecuado en el momento
adecuado y se convierten en lectores de por vida. Pero cuando somos adultos y
abandonamos la educación formal, nuestros hábitos lectores quedan relegados al
olvido: se nos considera compradores o consumidores de libros más que lectores, y
quedamos abandonados a nuestra suerte. Como resultado, a menudo adoptamos
“vicios lectores”, dejamos de explorar la gran variedad de libros que hay a nuestra
disposición y elegimos sólo aquello que conocemos.
La animación a la lectura que llevamos a cabo en las bibliotecas procura
detectar y superar las barreras que impiden a los usuarios emprender aventuras
lectoras y explorar toda la variedad de libros disponibles. La razones por las que la
gente cae en hábitos fijos de lectura son múltiples: por ejemplo, muchas personas
creen que leer novelas es una pérdida de tiempo, y ven a los lectores de novela como
personas tristes que compensan su falta de vida social leyendo libros sobre las
relaciones humanas.
Otras personas piensan que hay libros demasiado difíciles para ellos (o demasiado
cortos, o vulgares, o académicos, o serios, o frívolos…) Hay libros con los que no nos
dejaríamos ver en público ni por todo el oro del mundo. Todo lector tiene una serie de
prejuicios ocultos con respecto a los libros. Si les preguntara qué están leyendo en
estos momentos, ¿serían capaces de confesármelo? Todos estos prejuicios nos
impiden explorar, y constituyen las barreras que la animación a la lectura trata de
superar para que todos los lectores encuentren los libros que de verdad querían sin
ser conscientes de ello.
Nuestra labor de animación ha influido en muchos aspectos del trabajo
bibliotecario: la compra de libros, su colocación en la biblioteca, la forma en que se
sacan los libros a la calle y se organizan actividades… Hoy me gustaría hablarles de
nuestros esfuerzos por poner en contacto a los lectores y animarlos a que hablen de
su experiencia con los libros.
Cuando queremos encontrar algo nuevo que leer, a menudo no sabemos por
dónde empezar; además, dado que los lectores leen y disfrutan de sus libros en
privado, no existen muchas oportunidades de encontrar ayuda. Sin embargo, la mejor
manera de encontrar libros que de otro modo nunca habríamos elegido es hablar con
otros lectores. Por eso las bibliotecas del Reino Unido están creando foros en los que
los lectores pueden encontrarse y hablar sobre libros.
En muchas universidades hay cursos de literatura que proponen la lectura
estructurada de una selección de textos clásicos. Este tipo de actividad puede ser muy
recomendable para los estudiantes, pero hace ya algún tiempo que las bibliotecas
decidieron ofrecer algo diferente a sus usuarios. Los bibliotecarios querían atraer a
todo tipo de lectores, y para ello decidieron centrar su atención en lo que de verdad
importa a los usuarios potenciales —esto es, el papel que la lectura juega en sus
vidas— en vez de ofrecer una lista cerrada de libros elegidos y recomendados por
algún experto. Las grandes obras de la literatura tienen el problema de que no todo el
mundo disfruta leyéndolas: se puede disfrutar muy poco como lector con un gran libro
y, a la inversa, se puede disfrutar mucho con un libro más ligero. Todo radica en
encontrar el libro adecuado en el momento adecuado. Muchos lectores han tenido
malas experiencias con los libros en la escuela, y se sienten fracasados porque no
lograron disfrutar de un libro que todo el mundo calificaba de obra maestra. Los clubes
de lectura centrados en los lectores procuran resaltar las diferentes experiencias que
se pueden tener con distintos tipos de libros; esto quiere decir que muchas veces sus
componentes no leen el mismo libro, sino que leen libros distintos y se reúnen para
comentarlos de diversas maneras.
Una de las barreras que dificultan la comunicación entre los lectores es el
lenguaje. No es fácil hablar de libros: muchas personas tienen la impresión de que, si
expresan sus opiniones, sus interlocutores las tomarán por ignorantes o estúpidas. Los
únicos foros en los que se habla sobre libros son las discusiones intelectuales en los
medios de comunicación y el ámbito académico, y el lenguaje de la calle no entra en
estos ambientes. Cuando comentamos nuestras lecturas puede ser difícil saber qué
decir, más allá de que éste o aquel libro nos ha gustado. También resulta difícil hablar
de los libros que menos nos han gustado, o descubrir cosas nuevas.
A lo largo de nuestra labor de animación a la lectura hemos creado un conjunto
de herramientas diseñadas para formar, desarrollar y mantener vivos a los clubes de
lectura de todo tipo. Se trata de una especie de “caja de herramientas” llena de juegos
y sugerencias.
Éste, por ejemplo, es un juego que pretende fomentar el intercambio de ideas cuando
un grupo se reúne por primera vez. Dado que nuestro concepto de la animación a la
lectura se basa en los lectores y sus experiencias con los libros, nos parece mucho
más fácil y fructífero hablar del lugar que la lectura ocupa en la vida de los miembros
del grupo, en vez de comentar los libros concretos que estén leyendo en ese
momento.
Estas son algunas de las preguntas que el juego propone: “¿Junto a qué
personaje de novela te gustaría cenar una noche?” “¿Qué libro te gustó más de niño?
¿Volverías a leerlo ahora?” Este tipo de preguntas anima a la gente a hablar usando
su lenguaje cotidiano. Si hubiéramos comenzado pidiendo a los miembros del club que
comentaran la trama del Quijote, es evidente que habríamos creado muchísimas
barreras entre ellos desde el principio. Lo que nos proponemos con esto es hacer que
hablen de la pasión de leer, de lo que les lleva hasta los libros, de lo que les ha hecho
elegir algunos por encima de otros.
El juego plantea preguntas entretenidas de responder para todos los lectores,
tanto si se dedican exclusivamente a leer libros de Shakespeare y Cervantes como si
no leen más que novelas románticas o policíacas. De este modo surgen
conversaciones muy fructíferas, que pueden reproducirse muchas veces sin resultar
aburridas. Las sesiones que comienzan con la propuesta de que los miembros del club
comenten su experiencia como lectores también suelen producir recomendaciones
eficaces (¿qué preferirían ustedes leer, un libro que yo les presentara como una de las
grandes novelas de todos los tiempos o uno que me absorbió de tal manera que se me
pasó mi estación de tren?)
La recomendación de otro lector es la forma más potente de animación a la
lectura que existe. La gente suele sentirse atraída por los libros que conmovieron a
otras personas, tanto para bien como para mal. La mejor forma de romper el hielo si se
quiere hablar sobre libros es provocar respuestas personales, preguntar qué han
hecho los libros por cada uno de miembros del club. En líneas generales, se pueden
empezar las sesiones planteando a los miembros del club temas como dónde leen
(¿en el baño, en el tren?), cuándo leen (¿a ratos perdidos, en la cama?), cómo leen
(¿se saltan párrafos de vez en cuando, o leen todas y cada una de las palabras
impresas?), si creen que está bien dejar los libros sin acabar… Seguramente se
sorprenderían si supieran cuántos lectores se sienten obligados a acabar los libros que
empiezan aunque no les gusten, con tal de no admitir su “derrota”. ¿Cómo va un lector
a atreverse con algo nuevo si tiene la sensación de que no puede dejarlo a medias por
poco que le esté gustando? Pero si estos lectores hablan con otros que no tienen
ningún problema en dejar los libros sin terminar si no disfrutan con ellos, tal vez
reconsideren su postura.
Daré algunos ejemplos más de juegos y ejercicios que pueden servir para
animar a los miembros de los clubes a charlar sobre diferentes tipos de libros. Si el
club se reúne en una biblioteca, por ejemplo, se puede usar la siguiente técnica: se
pide a cada uno de los miembros del club que coja tres libros de las estanterías, uno
que leería por capricho, otro que le supondría un reto y otro que no leería jamás en su
vida. La elección tiene que ser muy rápida. Luego se les pide que los presenten ante
sus compañeros, explicando el porqué de su elección. Ésta es una buena forma de
evitar que unos lectores miren por encima del hombro a otros por el tipo de libros que
leen, o de que los propios lectores se censuren a sí mismos (¿cuántas veces han oído
decir a alguien que no lee más que tonterías?) Todo el mundo tiene un tipo de libros
que prefiere y otro que aborrece, y esta elección es diferente en todos los casos
porque siempre hay un lector para cada libro. Una vez planteada esta discusión, los
miembros del grupo pueden intercambiar sus “libros-capricho” y hablar de lo que les
han parecido en la siguiente sesión, o pasarse los libros que nunca leerían de forma
que otros miembros del grupo los lean por ellos.
El problema de plantear una lista de libros común para todo el club de lectura
es que nunca se sabe quién es el responsable de la selección. Los componentes del
club pueden preguntarse si se trata de un canon literario, si no son más que los libros
favoritos de quien ha realizado la lista o si la selección es de algún modo “oficial”.
Estas cuestiones tienden a desanimar a la gente, y pueden provocar que algunos de
los miembros del club dejen de asistir a las reuniones.
Hay muchos otros métodos para conseguir que los clubes de lectura comenten
diferentes libros. Se puede proponer que sus miembros lleven a una reunión los libros
que se llevarían de vacaciones, o los que les gustaría leer en Navidad. Pueden llevar
libros que leerían para animarse, para sentirse mejor consigo mismos o para ayudarse
a superar una enfermedad. Una biblioteca del Reino Unido realizó toda una campaña
de promoción de la lectura que llevaba por título “Libros sobre gente que es más infeliz
que tú”.
Aun si todos los miembros del club leen el mismo libro al mismo tiempo, es útil enfocar
las discusiones desde el punto de vista de los lectores. Los miembros de los clubes no
son escritores, y por tanto es muy posible que no les apetezca hablar sobre la
estructura de las novelas. Lo que más interesa a los lectores es descubrir qué tipo de
experiencia han tenido los demás miembros del club con el libro. Hay una gran
variedad de preguntas que pueden llevar a discusiones interesantes: ¿qué pensaste
del libro cuando viste la cubierta? ¿Ha respondido el libro a tus expectativas? Si no lo
ha hecho, ¿qué cosas te han sorprendido más? ¿Dónde y por qué hiciste tu primera
pausa en la lectura? ¿Cuánto duró esa pausa, y cuándo reanudaste la lectura? ¿Qué
te hizo introducirte en la historia? Las preguntas como éstas dan lugar a
conversaciones muy enriquecedoras sobre libros.
Este enfoque propicia la aparición de discusiones que pueden llegar a ser muy
complejas y sofisticadas, y no se trata en absoluto de una aproximación simplista a la
crítica literaria. En vez de presuponer que los miembros del club tienen que leer obras
clásicas o conocer la historia de la Literatura, se trata de invitarles a que compartan su
experiencia fomentando una gran variedad de respuestas antes que limitándolas.
En nuestra caja de herramientas también pueden encontrarse juegos diseñados para
resolver un problema que aqueja a los grupos de todas las clases —no sólo a los
clubes de lectura—, y que se puede describir con el nombre de “dinámica de grupos”.
Todo el que haya sido moderador de un club de lectura sabe que siempre hay un
lector que plantea ideas para la siguiente sesión, otro que se marcha el último y cierra
la puerta con llave, otro que lo recoge todo al final, otro que lleva café y pastas… A
veces todas estas tareas recaen en una sola persona, que a menudo es el
bibliotecario y moderador del grupo. Estos juegos proponen ejercicios mediante los
cuales los moderadores pueden decidir qué están dispuestos a aportar al grupo y qué
creen que deben aportar, de forma que puedan llegar a acuerdos sobre estos puntos
con los componentes del club. En el Reino Unido, los miembros de los clubes suelen
creer que los bibliotecarios han leído todos los libros del mundo y son grandes
expertos. Nuestra caja de herramientas ayuda a compartir la responsabilidad de
decidir qué se va a leer y a repartir las diferentes tareas prácticas que implica el
funcionamiento del club entre sus miembros, de forma que el grupo de lectores
funcione de forma tutelada pero independiente.
A veces, los clubes de lectura que llevan bastante tiempo en funcionamiento
comienzan a decaer. Las conversaciones se agotan y dejan de interesar a los
participantes. Si los lectores ya han hablado a sus compañeros de los libros que
cambiaron sus vidas, ¿qué puede quedarles por decir? En la caja de herramientas hay
juegos parecidos a “Beso, atrevimiento, verdad” adaptados al hecho de que, aunque
leer es una actividad central en la vida de mucha gente, rara vez se exponen las
costumbres y prejuicios relacionados con ese hábito. Así pues, cuando los miembros
de un club se conocen bien y ganan confianza, pueden usarse algunos juegos de la
caja de herramientas para facilitarles que hablen sobre el lugar que la lectura ocupa en
sus vidas. De este modo pueden compartir sus trayectorias lectoras, comentar las
barreras que se interponen entre ellos y algunos libros, contar con el apoyo de sus
compañeros a la hora de arriesgarse leyendo cosas diferentes.
La caja de herramientas se ha probado en la práctica con muchos clubes de
lectura de todo el Reino Unido; hemos elaborado un CD en el que los miembros de
varios clubes comentan las razones que les llevaron a emprender la actividad y sus
opiniones sobre ella. Espero que podáis examinar su contenido, traducir al menos
parte de él y llevarlo a la práctica. Los clubes de lectura como los que acabo de
describir se han convertido en un valioso recurso para las bibliotecas públicas del
Reino Unido y, en aquellos lugares en los que llevan funcionando al menos un par de
años, se han hecho cargo de la organización de muchas actividades en sus
bibliotecas.
Durante mucho tiempo, las actividades culturales de las bibliotecas británicas
solían consistir en que un escritor leyera fragmentos de su obra ante una pequeña
audiencia. Las actividades organizadas por los lectores son completamente diferentes.
A menudo ni siquiera requieren de la participación de los escritores, aunque muchas
veces éstos han establecido contacto con clubes de lectura de formas muy novedosas.
Algunos clubes del noreste de Inglaterra, por ejemplo, tuvieron la oportunidad de leer
la primera novela de un escritor, aún inédita, por cortesía de la editorial. Cuando la
hubieron leído, celebraron un encuentro con el autor para comunicarle sus
impresiones. Más que hablarle de la trama o los personajes, lo que hicieron fue
comentar su experiencia lectora: cómo les había enganchado la historia, dónde se
habían aburrido, dónde habían dejado de leer, las expectativas que el libro había
despertado en ellos…
Tras el encuentro, el autor declaró que aquélla había sido la discusión más
interesante y rigurosa sobre su estilo de escritura que había mantenido jamás, y afirmó
que nunca había tenido la oportunidad de oír cosas como las que los lectores habían
dicho sobre su obra. Además, como resultado de aquel encuentro rescribió parte de la
novela para perfeccionarla. La verdad es que este tipo de encuentros entre el escritor
y los lectores parece bastante más fructífero que las típicas lecturas en voz alta
seguidas de coloquios llenos de silencios.
La bibliotecas suelen tener mucho éxito cada vez que proponen actividades en
las que piden a los lectores que lleven libros que les hayan hecho reír o llorar, e invitan
a algún escritor a hacer lo mismo. A lo largo del encuentro, tanto el autor como la
audiencia leen en alto algunos fragmentos de las obras escogidas.
Hace algún tiempo Opening the Book creó una actividad para un club de lectura de
Yorkshire, en Inglaterra, que ha sido reproducida con mucho éxito en todo el país. En
mi organización somos conscientes de que hay una gran cantidad de novelas
traducidas de otras lenguas que no llegan a los lectores, y hemos llegado a la
conclusión de que éstos no las leen porque desconocen a sus autores. Ahora bien, la
solución para que algo desconocido sea más aceptable es ligarlo con otra cosa que
resulte familiar. Los miembros del club de lectura decidieron de común acuerdo que
los libros podían describirse con el mismo lenguaje que se usa para describir el vino:
un libro puede ser intenso y afrutado aunque seco, o dulzón pero con un matiz incisivo.
Así pues, el club organizó una actividad de cata simultánea de vinos y libros.
Encargaron a un vinatero de la localidad que llevara a la biblioteca una selección de
vinos de diferentes países y que los fuera presentando; luego las copas iban pasando
de mano en mano, de forma que todos pudieran saborearlos. Mientras tanto, un
miembro del club elegía un libro del mismo país que el vino que se estuviera catando y
leía un fragmento en alto mientras la copa pasaba entre sus compañeros. Esta
actividad ha tenido un gran éxito en muchos otros clubes de lectura, y ha inspirado
también muchas veladas literario-gastronómicas.
Para los bibliotecarios del Reino Unido los clubes de lectura son un recurso
muy valioso. Sus miembros diseñan campañas de promoción de la lectura, escriben
reseñas para presentaciones de libros y actúan como “conejillos de indias” para probar
nuevas ideas y servicios bibliotecarios. Muchos clubes disponen de tablones de
anuncios en las bibliotecas en los que exponen noticias de interés para otros lectores
y, como ya he dicho antes, a menudo organizan actividades.
Espero que estas palabras les hagan considerar la posibilidad de organizar un club de
lectura centrado en los lectores, como los que les acabo de describir. Si se animan,
tendrán que decidir cuestiones como el tamaño del grupo, la frecuencia de sus
reuniones o el tipo de club que desean formar. Sobre todo, es importante recordar que
los clubes de lectura han de tener en cuenta las razones por las que sus miembros
han decidido formar parte de ellos: airear frustraciones, compartir pasiones y descubrir
cosas que siempre habían deseado sin saberlo.
Espero que puedan probar con sus clubes de lectura las técnicas desarrolladas por mi
organización, y me encantaría saber cómo reaccionan sus lectores. Muchas gracias
por esta oportunidad de hablarles sobre nuestra labor.
Opening the Book
Opening the Book es la agencia de animación a la lectura basada en el lector más
importante del Reino Unido. Desde ella creamos recursos para los lectores adultos y
proporcionamos formación y asesoramiento para todo tipo de profesionales que
trabajan con lectores: bibliotecarios, libreros, editores, organizaciones culturales y
departamentos de la administración pública. Llevamos doce años trabajando en este
terreno y, durante ese tiempo, la animación a la lectura se ha convertido en un
elemento clave para el trabajo de las bibliotecas públicas británicas.
Hemos trabajado con muchos clubes de lectura diferentes en bibliotecas,
librerías, centros de trabajo y cárceles, así como con grupos de lectores
independientes que se reunían en las casas de sus miembros.
En primer lugar, quisiera explicar a qué me refiero con las palabras “animación
a la lectura basada en el lector”. Toda nuestra labor parte del lector y su experiencia
lectora, más que del autor o la materia de la que tratan los libros. La animación a la
lectura que llevamos a cabo en las bibliotecas públicas procura ampliar las ofertas que
se presentan ante los lectores, incrementar su confianza y su disfrute de los libros que
leen y hacer que entren en contacto unos con otros.
Este concepto de la animación a la lectura se basa en la idea de que leer es
una actividad central en la vida de mucha gente, ya que la lectura permite algo que
ningún otro arte es capaz de ofrecer: la oportunidad de experimentar las vidas de otras
personas. Los seres humanos sólo vivimos una vez; pero, como lectores, podemos
meternos en la piel de otras personas y vivir así tantas vidas como se nos antoje. El
único problema de esto es que leer es un acto invisible, ya que tiene lugar dentro de
nuestras cabezas. Todos los lectores aportan la totalidad de su experiencia,
inteligencia y confianza a cada uno de los libros con los que se encuentran. Leer es un
acto enormemente creativo, y cada experiencia lectora es diferente. Los autores y los
lectores trabajan en colaboración, unos escribiendo creativamente y los otros leyendo
creativamente.
Cuando los niños leen en la escuela, en su casa o en la biblioteca, a menudo lo
hacen tutelados por otras personas que les hacen ir avanzando por los diferentes
niveles de lectura hasta que dominan la técnica lectora. Estos profesionales también
suelen dedicar cierta atención a fomentar el gusto por los libros. A lo largo de este
proceso, los chavales más afortunados encuentran el libro adecuado en el momento
adecuado y se convierten en lectores de por vida. Pero cuando somos adultos y
abandonamos la educación formal, nuestros hábitos lectores quedan relegados al
olvido: se nos considera compradores o consumidores de libros más que lectores, y
quedamos abandonados a nuestra suerte. Como resultado, a menudo adoptamos
“vicios lectores”, dejamos de explorar la gran variedad de libros que hay a nuestra
disposición y elegimos sólo aquello que conocemos.
La animación a la lectura que llevamos a cabo en las bibliotecas procura
detectar y superar las barreras que impiden a los usuarios emprender aventuras
lectoras y explorar toda la variedad de libros disponibles. La razones por las que la
gente cae en hábitos fijos de lectura son múltiples: por ejemplo, muchas personas
creen que leer novelas es una pérdida de tiempo, y ven a los lectores de novela como
personas tristes que compensan su falta de vida social leyendo libros sobre las
relaciones humanas.
Otras personas piensan que hay libros demasiado difíciles para ellos (o demasiado
cortos, o vulgares, o académicos, o serios, o frívolos…) Hay libros con los que no nos
dejaríamos ver en público ni por todo el oro del mundo. Todo lector tiene una serie de
prejuicios ocultos con respecto a los libros. Si les preguntara qué están leyendo en
estos momentos, ¿serían capaces de confesármelo? Todos estos prejuicios nos
impiden explorar, y constituyen las barreras que la animación a la lectura trata de
superar para que todos los lectores encuentren los libros que de verdad querían sin
ser conscientes de ello.
Nuestra labor de animación ha influido en muchos aspectos del trabajo
bibliotecario: la compra de libros, su colocación en la biblioteca, la forma en que se
sacan los libros a la calle y se organizan actividades… Hoy me gustaría hablarles de
nuestros esfuerzos por poner en contacto a los lectores y animarlos a que hablen de
su experiencia con los libros.
Cuando queremos encontrar algo nuevo que leer, a menudo no sabemos por
dónde empezar; además, dado que los lectores leen y disfrutan de sus libros en
privado, no existen muchas oportunidades de encontrar ayuda. Sin embargo, la mejor
manera de encontrar libros que de otro modo nunca habríamos elegido es hablar con
otros lectores. Por eso las bibliotecas del Reino Unido están creando foros en los que
los lectores pueden encontrarse y hablar sobre libros.
En muchas universidades hay cursos de literatura que proponen la lectura
estructurada de una selección de textos clásicos. Este tipo de actividad puede ser muy
recomendable para los estudiantes, pero hace ya algún tiempo que las bibliotecas
decidieron ofrecer algo diferente a sus usuarios. Los bibliotecarios querían atraer a
todo tipo de lectores, y para ello decidieron centrar su atención en lo que de verdad
importa a los usuarios potenciales —esto es, el papel que la lectura juega en sus
vidas— en vez de ofrecer una lista cerrada de libros elegidos y recomendados por
algún experto. Las grandes obras de la literatura tienen el problema de que no todo el
mundo disfruta leyéndolas: se puede disfrutar muy poco como lector con un gran libro
y, a la inversa, se puede disfrutar mucho con un libro más ligero. Todo radica en
encontrar el libro adecuado en el momento adecuado. Muchos lectores han tenido
malas experiencias con los libros en la escuela, y se sienten fracasados porque no
lograron disfrutar de un libro que todo el mundo calificaba de obra maestra. Los clubes
de lectura centrados en los lectores procuran resaltar las diferentes experiencias que
se pueden tener con distintos tipos de libros; esto quiere decir que muchas veces sus
componentes no leen el mismo libro, sino que leen libros distintos y se reúnen para
comentarlos de diversas maneras.
Una de las barreras que dificultan la comunicación entre los lectores es el
lenguaje. No es fácil hablar de libros: muchas personas tienen la impresión de que, si
expresan sus opiniones, sus interlocutores las tomarán por ignorantes o estúpidas. Los
únicos foros en los que se habla sobre libros son las discusiones intelectuales en los
medios de comunicación y el ámbito académico, y el lenguaje de la calle no entra en
estos ambientes. Cuando comentamos nuestras lecturas puede ser difícil saber qué
decir, más allá de que éste o aquel libro nos ha gustado. También resulta difícil hablar
de los libros que menos nos han gustado, o descubrir cosas nuevas.
A lo largo de nuestra labor de animación a la lectura hemos creado un conjunto
de herramientas diseñadas para formar, desarrollar y mantener vivos a los clubes de
lectura de todo tipo. Se trata de una especie de “caja de herramientas” llena de juegos
y sugerencias.
Éste, por ejemplo, es un juego que pretende fomentar el intercambio de ideas cuando
un grupo se reúne por primera vez. Dado que nuestro concepto de la animación a la
lectura se basa en los lectores y sus experiencias con los libros, nos parece mucho
más fácil y fructífero hablar del lugar que la lectura ocupa en la vida de los miembros
del grupo, en vez de comentar los libros concretos que estén leyendo en ese
momento.
Estas son algunas de las preguntas que el juego propone: “¿Junto a qué
personaje de novela te gustaría cenar una noche?” “¿Qué libro te gustó más de niño?
¿Volverías a leerlo ahora?” Este tipo de preguntas anima a la gente a hablar usando
su lenguaje cotidiano. Si hubiéramos comenzado pidiendo a los miembros del club que
comentaran la trama del Quijote, es evidente que habríamos creado muchísimas
barreras entre ellos desde el principio. Lo que nos proponemos con esto es hacer que
hablen de la pasión de leer, de lo que les lleva hasta los libros, de lo que les ha hecho
elegir algunos por encima de otros.
El juego plantea preguntas entretenidas de responder para todos los lectores,
tanto si se dedican exclusivamente a leer libros de Shakespeare y Cervantes como si
no leen más que novelas románticas o policíacas. De este modo surgen
conversaciones muy fructíferas, que pueden reproducirse muchas veces sin resultar
aburridas. Las sesiones que comienzan con la propuesta de que los miembros del club
comenten su experiencia como lectores también suelen producir recomendaciones
eficaces (¿qué preferirían ustedes leer, un libro que yo les presentara como una de las
grandes novelas de todos los tiempos o uno que me absorbió de tal manera que se me
pasó mi estación de tren?)
La recomendación de otro lector es la forma más potente de animación a la
lectura que existe. La gente suele sentirse atraída por los libros que conmovieron a
otras personas, tanto para bien como para mal. La mejor forma de romper el hielo si se
quiere hablar sobre libros es provocar respuestas personales, preguntar qué han
hecho los libros por cada uno de miembros del club. En líneas generales, se pueden
empezar las sesiones planteando a los miembros del club temas como dónde leen
(¿en el baño, en el tren?), cuándo leen (¿a ratos perdidos, en la cama?), cómo leen
(¿se saltan párrafos de vez en cuando, o leen todas y cada una de las palabras
impresas?), si creen que está bien dejar los libros sin acabar… Seguramente se
sorprenderían si supieran cuántos lectores se sienten obligados a acabar los libros que
empiezan aunque no les gusten, con tal de no admitir su “derrota”. ¿Cómo va un lector
a atreverse con algo nuevo si tiene la sensación de que no puede dejarlo a medias por
poco que le esté gustando? Pero si estos lectores hablan con otros que no tienen
ningún problema en dejar los libros sin terminar si no disfrutan con ellos, tal vez
reconsideren su postura.
Daré algunos ejemplos más de juegos y ejercicios que pueden servir para
animar a los miembros de los clubes a charlar sobre diferentes tipos de libros. Si el
club se reúne en una biblioteca, por ejemplo, se puede usar la siguiente técnica: se
pide a cada uno de los miembros del club que coja tres libros de las estanterías, uno
que leería por capricho, otro que le supondría un reto y otro que no leería jamás en su
vida. La elección tiene que ser muy rápida. Luego se les pide que los presenten ante
sus compañeros, explicando el porqué de su elección. Ésta es una buena forma de
evitar que unos lectores miren por encima del hombro a otros por el tipo de libros que
leen, o de que los propios lectores se censuren a sí mismos (¿cuántas veces han oído
decir a alguien que no lee más que tonterías?) Todo el mundo tiene un tipo de libros
que prefiere y otro que aborrece, y esta elección es diferente en todos los casos
porque siempre hay un lector para cada libro. Una vez planteada esta discusión, los
miembros del grupo pueden intercambiar sus “libros-capricho” y hablar de lo que les
han parecido en la siguiente sesión, o pasarse los libros que nunca leerían de forma
que otros miembros del grupo los lean por ellos.
El problema de plantear una lista de libros común para todo el club de lectura
es que nunca se sabe quién es el responsable de la selección. Los componentes del
club pueden preguntarse si se trata de un canon literario, si no son más que los libros
favoritos de quien ha realizado la lista o si la selección es de algún modo “oficial”.
Estas cuestiones tienden a desanimar a la gente, y pueden provocar que algunos de
los miembros del club dejen de asistir a las reuniones.
Hay muchos otros métodos para conseguir que los clubes de lectura comenten
diferentes libros. Se puede proponer que sus miembros lleven a una reunión los libros
que se llevarían de vacaciones, o los que les gustaría leer en Navidad. Pueden llevar
libros que leerían para animarse, para sentirse mejor consigo mismos o para ayudarse
a superar una enfermedad. Una biblioteca del Reino Unido realizó toda una campaña
de promoción de la lectura que llevaba por título “Libros sobre gente que es más infeliz
que tú”.
Aun si todos los miembros del club leen el mismo libro al mismo tiempo, es útil enfocar
las discusiones desde el punto de vista de los lectores. Los miembros de los clubes no
son escritores, y por tanto es muy posible que no les apetezca hablar sobre la
estructura de las novelas. Lo que más interesa a los lectores es descubrir qué tipo de
experiencia han tenido los demás miembros del club con el libro. Hay una gran
variedad de preguntas que pueden llevar a discusiones interesantes: ¿qué pensaste
del libro cuando viste la cubierta? ¿Ha respondido el libro a tus expectativas? Si no lo
ha hecho, ¿qué cosas te han sorprendido más? ¿Dónde y por qué hiciste tu primera
pausa en la lectura? ¿Cuánto duró esa pausa, y cuándo reanudaste la lectura? ¿Qué
te hizo introducirte en la historia? Las preguntas como éstas dan lugar a
conversaciones muy enriquecedoras sobre libros.
Este enfoque propicia la aparición de discusiones que pueden llegar a ser muy
complejas y sofisticadas, y no se trata en absoluto de una aproximación simplista a la
crítica literaria. En vez de presuponer que los miembros del club tienen que leer obras
clásicas o conocer la historia de la Literatura, se trata de invitarles a que compartan su
experiencia fomentando una gran variedad de respuestas antes que limitándolas.
En nuestra caja de herramientas también pueden encontrarse juegos diseñados para
resolver un problema que aqueja a los grupos de todas las clases —no sólo a los
clubes de lectura—, y que se puede describir con el nombre de “dinámica de grupos”.
Todo el que haya sido moderador de un club de lectura sabe que siempre hay un
lector que plantea ideas para la siguiente sesión, otro que se marcha el último y cierra
la puerta con llave, otro que lo recoge todo al final, otro que lleva café y pastas… A
veces todas estas tareas recaen en una sola persona, que a menudo es el
bibliotecario y moderador del grupo. Estos juegos proponen ejercicios mediante los
cuales los moderadores pueden decidir qué están dispuestos a aportar al grupo y qué
creen que deben aportar, de forma que puedan llegar a acuerdos sobre estos puntos
con los componentes del club. En el Reino Unido, los miembros de los clubes suelen
creer que los bibliotecarios han leído todos los libros del mundo y son grandes
expertos. Nuestra caja de herramientas ayuda a compartir la responsabilidad de
decidir qué se va a leer y a repartir las diferentes tareas prácticas que implica el
funcionamiento del club entre sus miembros, de forma que el grupo de lectores
funcione de forma tutelada pero independiente.
A veces, los clubes de lectura que llevan bastante tiempo en funcionamiento
comienzan a decaer. Las conversaciones se agotan y dejan de interesar a los
participantes. Si los lectores ya han hablado a sus compañeros de los libros que
cambiaron sus vidas, ¿qué puede quedarles por decir? En la caja de herramientas hay
juegos parecidos a “Beso, atrevimiento, verdad” adaptados al hecho de que, aunque
leer es una actividad central en la vida de mucha gente, rara vez se exponen las
costumbres y prejuicios relacionados con ese hábito. Así pues, cuando los miembros
de un club se conocen bien y ganan confianza, pueden usarse algunos juegos de la
caja de herramientas para facilitarles que hablen sobre el lugar que la lectura ocupa en
sus vidas. De este modo pueden compartir sus trayectorias lectoras, comentar las
barreras que se interponen entre ellos y algunos libros, contar con el apoyo de sus
compañeros a la hora de arriesgarse leyendo cosas diferentes.
La caja de herramientas se ha probado en la práctica con muchos clubes de
lectura de todo el Reino Unido; hemos elaborado un CD en el que los miembros de
varios clubes comentan las razones que les llevaron a emprender la actividad y sus
opiniones sobre ella. Espero que podáis examinar su contenido, traducir al menos
parte de él y llevarlo a la práctica. Los clubes de lectura como los que acabo de
describir se han convertido en un valioso recurso para las bibliotecas públicas del
Reino Unido y, en aquellos lugares en los que llevan funcionando al menos un par de
años, se han hecho cargo de la organización de muchas actividades en sus
bibliotecas.
Durante mucho tiempo, las actividades culturales de las bibliotecas británicas
solían consistir en que un escritor leyera fragmentos de su obra ante una pequeña
audiencia. Las actividades organizadas por los lectores son completamente diferentes.
A menudo ni siquiera requieren de la participación de los escritores, aunque muchas
veces éstos han establecido contacto con clubes de lectura de formas muy novedosas.
Algunos clubes del noreste de Inglaterra, por ejemplo, tuvieron la oportunidad de leer
la primera novela de un escritor, aún inédita, por cortesía de la editorial. Cuando la
hubieron leído, celebraron un encuentro con el autor para comunicarle sus
impresiones. Más que hablarle de la trama o los personajes, lo que hicieron fue
comentar su experiencia lectora: cómo les había enganchado la historia, dónde se
habían aburrido, dónde habían dejado de leer, las expectativas que el libro había
despertado en ellos…
Tras el encuentro, el autor declaró que aquélla había sido la discusión más
interesante y rigurosa sobre su estilo de escritura que había mantenido jamás, y afirmó
que nunca había tenido la oportunidad de oír cosas como las que los lectores habían
dicho sobre su obra. Además, como resultado de aquel encuentro rescribió parte de la
novela para perfeccionarla. La verdad es que este tipo de encuentros entre el escritor
y los lectores parece bastante más fructífero que las típicas lecturas en voz alta
seguidas de coloquios llenos de silencios.
La bibliotecas suelen tener mucho éxito cada vez que proponen actividades en
las que piden a los lectores que lleven libros que les hayan hecho reír o llorar, e invitan
a algún escritor a hacer lo mismo. A lo largo del encuentro, tanto el autor como la
audiencia leen en alto algunos fragmentos de las obras escogidas.
Hace algún tiempo Opening the Book creó una actividad para un club de lectura de
Yorkshire, en Inglaterra, que ha sido reproducida con mucho éxito en todo el país. En
mi organización somos conscientes de que hay una gran cantidad de novelas
traducidas de otras lenguas que no llegan a los lectores, y hemos llegado a la
conclusión de que éstos no las leen porque desconocen a sus autores. Ahora bien, la
solución para que algo desconocido sea más aceptable es ligarlo con otra cosa que
resulte familiar. Los miembros del club de lectura decidieron de común acuerdo que
los libros podían describirse con el mismo lenguaje que se usa para describir el vino:
un libro puede ser intenso y afrutado aunque seco, o dulzón pero con un matiz incisivo.
Así pues, el club organizó una actividad de cata simultánea de vinos y libros.
Encargaron a un vinatero de la localidad que llevara a la biblioteca una selección de
vinos de diferentes países y que los fuera presentando; luego las copas iban pasando
de mano en mano, de forma que todos pudieran saborearlos. Mientras tanto, un
miembro del club elegía un libro del mismo país que el vino que se estuviera catando y
leía un fragmento en alto mientras la copa pasaba entre sus compañeros. Esta
actividad ha tenido un gran éxito en muchos otros clubes de lectura, y ha inspirado
también muchas veladas literario-gastronómicas.
Para los bibliotecarios del Reino Unido los clubes de lectura son un recurso
muy valioso. Sus miembros diseñan campañas de promoción de la lectura, escriben
reseñas para presentaciones de libros y actúan como “conejillos de indias” para probar
nuevas ideas y servicios bibliotecarios. Muchos clubes disponen de tablones de
anuncios en las bibliotecas en los que exponen noticias de interés para otros lectores
y, como ya he dicho antes, a menudo organizan actividades.
Espero que estas palabras les hagan considerar la posibilidad de organizar un club de
lectura centrado en los lectores, como los que les acabo de describir. Si se animan,
tendrán que decidir cuestiones como el tamaño del grupo, la frecuencia de sus
reuniones o el tipo de club que desean formar. Sobre todo, es importante recordar que
los clubes de lectura han de tener en cuenta las razones por las que sus miembros
han decidido formar parte de ellos: airear frustraciones, compartir pasiones y descubrir
cosas que siempre habían deseado sin saberlo.
Espero que puedan probar con sus clubes de lectura las técnicas desarrolladas por mi
organización, y me encantaría saber cómo reaccionan sus lectores. Muchas gracias
por esta oportunidad de hablarles sobre nuestra labor.