domingo, 21 de diciembre de 2008

LOS DERECHOS DEL LECTOR


Juan Carlos Santaella

En un reciente manifiesto redactado y dado a conocer en el 25o Congreso de la Unión Internacional de Editores, éstos exigen, entre otras cosas, una 'alfabetización real y universal', una 'alfabetización literaria' y 'la desaparición de las barreras para la circulación de los libros'. Estas demandas son razonables y responden a un derecho básico ya previsto en la carta de los Derechos Humanos y en las distintas constituciones nacionales. Sin embargo, olvida este manifiesto que los lectores también poseen derechos inalienables y que así como se exigen escenarios óptimos para la 'cultura de la edición', asimismo deben respetarse ciertos privilegios para los lectores.
Seamos francos: leer no siempre constituye un placer. Entonces, ¿por qué obligar a los niños y a los adolescentes a leer? Sobre todo a leer en términos totalitarios, atendiendo sólo a criterios pedagógicos de dudosa eficacia. Aquel concepto que expresa la teoría pedagógica del oprimido, cabe perfectamente en los afanes esquizofrénicos del perfecto lector. (Así como hay un Manual del perfecto idiota, de enorme éxito editorial, de la misma manera existe un Manual todavía no escrito del perfecto lector idiota). 'Tú, hipócrita lector...', sentenciaba el viejo poeta francés, recordándonos que leer no siempre comporta un acto de revelación, de comprensión, de conocimiento o de amor. Al contrario, leer significa muchas veces enfrentarse al fastidio, a la mediocridad, al lugar común y, como si fuera poco, a la tan proverbial megalomanía de los escritores.
La lectura, en tanto acto de poder represivo, debe ser abolida de un todo. No más lectores idiotas, abúlicos y convencidos de que leer representa un acto trascendental obligatorio, cargado de énfasis culturales y sociales que rayan en la estupidez. Si algo hay que rescatar de la lectura, es el derecho definitivo a no leer una sola línea de nadie. Daniel Pennac en un atrevidísimo libro titulado Como una novela, cuestiona fuertemente las prácticas convencionales de la lectura.
Estudio irreverente, irónico, desmonta todas las conductas malamente aprendidas y relacionadas con el fenómeno de la lectura. 'Queda, dice, por comprender que los libros no han sido escritos para que mi hijo, mi hija, la juventud, los comenten, sino para que, si su corazón los pide, los lean'.
Esta lúcida observación destruye, entre otras grandes imposturas, el viejo asunto de la enseñanza de la literatura y sus tediosos métodos de aprendizaje.
Una educación que suele hacer énfasis en la obligatoriedad de sus premisas pedagógicas, tiene por fuerza que conducir al fracaso. Aquí entramos de lleno en el importante tópico de la libertad y sus conexiones virtuales con la educación. En particular con el objeto que representa el libro, el tema de la libertad tiene que ser abordado con absoluta asertividad. Y ya que estamos hablando de libertad, me permito reproducir, punto por punto, los diez principios claves que Daniel Pennac insiste en llamar Derechos imprescriptibles del lector:

1. El derecho a no leer.
6. El derecho al bovarismo.
2. El derecho a saltarse las páginas.
7. El derecho a leer en cualquier parte.
3. El derecho a no terminar un libro.
8. El derecho a picotear.
4. El derecho a releer.
9. El derecho a leer en voz alta.
5. El derecho a leer cualquier cosa.
10. El derecho a callarnos.

Usted, cansado y maltratado lector, debe elegir.

Brasil sin libros La 5a Feria Internacional del Libro de Caracas, inaugurada el pasado sábado, resulta, como ya es costumbre y tradición, un evento de singular importancia para el país. A pesar de los apremios económicos, Fundalibro ha logrado, por lo menos, darle continuidad a esta gran fiesta del libro. Aún le falta dar un salto verdaderamente internacional, ya que no participan las grandes editoriales que todos desearíamos ver. Valga la siguiente observación: si Brasil es el país invitado de honor a esta feria, ¿por qué su estand luce tan visiblemente precario, de una pobreza editorial que no comprendemos? Tanto su diseño como los escasos libros que allí se exhiben, no complace las expectativas de un país que posee una enorme producción editorial. Algo salió mal, definitivamente. Las editoriales nacionales mejoraron bastante su presentación, no tanto como su oferta en materia de novedades. Uno de los mejores estands es el de Fundarte, cuyo original diseño lo convierte tal vez en el más atractivo de la feria. De los precios de los libros nada qué decir: todos están en las nubes. Salvo pocas excepciones, la gran mayoría son caros. Incluso hay remarcaje de precios en libros que fueron adquiridos por los importadores hace varios años.